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Pasó de niñera a pedófila absoluta

Pasó de niñera a pedófila absoluta

 

Enriqueta Martí Ripollés nació en 1868, en San Feliú de Llobregat, pero siendo una adolescente se trasladó a Barcelona, en donde se desempeñó como niñera. Pero al poco tiempo esto le resultó poco rentable y como ambiciosa que era se dedicó a la prostitución. Trabajaba por su cuenta o bien conchabada en algún burdel de mala muerte. Tenía una terrible debilidad: le gustaban los niños sin distinción de sexos y mientras más pequeños mejor.
En 1895, ya con 27 años, se casó con un aspirante a pintor de poca monta, Joan Pujaló, pero el matrimonio fracasó, Según Pujaló, por la afición de Enriqueta por los hombres, su carácter extraño, falso, impredecible y sus continuas visitas a casas de mala vida.
Vida prostibularia
A pesar de estar casada, Enriqueta nunca dejó de frecuentar los ambientes de prostitución ni el mundo de la gente de mal vivir.
La pareja se reconcilió y se separó unas seis veces. En el momento de la detención de Enriqueta, en 1912, el matrimonio llevaba más de cinco años viviendo separado.
Entre las tantas teorías que se manejaron acerca de tan terrible y pervertida conducta de la mujer, se sugirió que en las recurrentes orgías practicadas con adultos y en la que participaban también niños, alguno de estos pudieron haber muerto y para deshacerse del cadáver comenzó a descuartizarlos y de ese modo les extrajo la sangre, grasa, huesos y pelos con los que comenzó a producir las pócimas destinadas a la cura de algunas enfermedades de la época. Es de suponer que semejantes preparados tenían precios altísimos que sólo unos pocos podían pagar. Y ahí estaba la importancia de la lista con los nombres de los clientes.
Los consumidores de esos productos eran cómplices obvios de las muertes de esos pequeños.
Los secuestros
Una vez detenida la mujer, comenzaron a aparecer indicios de niños que habían desaparecido, pero que nadie había reclamado. La infanticida cayó por el que sería su último secuestro. El 10 de febrero de 1912 plagió a Teresita Guitart Congost. Durante dos semanas todo el mundo la buscó y, en esta ocasión, hubo una gran indignación popular ya que se demostraba que las autoridades habían sido extremadamente pasivas con este tema. Pero una vecina, Claudia Elías, fue la que encontraría la pista de Teresita. El 17 de febrero vio a una niña con la cabeza rapada, a través de una ventana de la casa de Enriqueta. La mirada y el balbuceo de algunas palabras, le permitieron deducir que la pequeña estaba contra de su voluntad. Realizó la denuncia y la policía logró recuperar a la chica y también a otra niña de unos 8 años llamada Angelita. Allí comenzó el descubrimiento del horror. Cuando la llevaban presa gritó: “Busquen en mis otras casas, si yo voy al cadalzo no voy a ir sola”.
La mujer nunca llegó a juicio, alguien la mandó a matar en 1913, en la cárcel.

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